Hoy, 24 de marzo, se cumplen 38 años del comienzo de la noche
más negra de la historia argentina. Una banda de delincuentes civiles y
militares usurpó el poder a fuerza de fusiles y cometió todo tipo de delitos
previstos e imprevistos dentro de cualquier sociedad humana. La excusa era
salvar el país de caer en un caos y el resultado fue la multiplicación
exponencial de la violación de todos los derechos civiles y políticos.
Miles de muertos y desaparecidos; exiliados; vidas perdidas en Malvinas; quintuplicación de
la deuda externa; destrucción del aparato productivo nacional y el vaciamiento
de las empresas públicas fueron algunas de las consecuencias.
Con la misma impunidad que gobernaron emprendían la retirada, no
sin antes buscar su amnistía por los delitos de lesa humanidad cometidos y que con
el tiempo fueron juzgados; estatizar la deuda de los privados y posicionar
extraordinariamente empresarios afines. De hecho, el ministro de economía del
por entonces presidente Galtieri, Roberto Alemann, reconocía que el próximo
gobierno democrático “estaría tan inhibido para actuar que virtualmente estaba
condenado al fracaso”.
Así de la mano de la Unión Cívica Radical y Raúl Alfonsín, junto
a un pueblo esperanzado en iniciar un camino de paz y garantía plena de
derechos renacía la democracia.
Somos parte del pueblo que no quiere olvidar; que hace honor a una generación de luchadores que
querían una patria más justa que cree que ya no es posible el olvido. Aún están
con nosotros los estudiantes de la noche de los lápices, los que sufrieron el
encierro y la tortura, los censurados y los que todavía buscan justicia.
El
mejor homenaje en este día es justamente la memoria, pero también los sueños de
tener un país más justo, educado, sano y próspero. Nosotros somos los hijos de
la democracia, la misma que costo tanto sostener y defender y la que vamos a
cuidar, hoy y siempre. Queremos escribir nuevos libros, queremos pelear nuevas
luchas, porque somos la generación que cada vez tiene más claro el concepto de
memoria para que no haya nunca más pena ni olvido. Ni perdón.
Por Agustín Cassini
Vicepresidente
Juventud Radical
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